"¿Cuando termina la película?"Uno de los bomberos que participó en las tareas de rescate del avión siniestrado en Barajas, Francisco Martinez, confió que uno de los niños rescatado preguntaba constantemente"dónde estaba su padre y cuándo terminaba la película". "El pequeño, desorientado, me preguntaba si era verdad lo que estaba ocurriendo y lo que estaba pasando", contó Martínez, quien lo subió al camión para explicarle lo sucedido pero el niño "creía que se trataba de una película y preguntaba dónde estaba su padre".
Por su parte, una de las fallec idas en el accidente aéreo de Barajas salvó la vida de su hija, de 11 años, al entregársela a unbombero cuando todavía estaban en sus asientos , entre los amasijos del avión siniestrado según relato de Martínez . Se trata de Amalia Filloy, procedente de la Fregenada(Salamanca), quien murió junto con otra hija de 14 años, mientras que su esposo, José Alonso, y la pequeña María evolucionan favorablemente en el Hospital La Paz sin que se tema por sus vidas.
El bombero explicó que rescató con vida a otros dos niños y que le hubiera gustado visitar a la niña para contarle que su madre le salvó la vida.
DENTRO DEL APARATO TEMIAN UNA TRAGEDIA El último mensaje: "Mi amor, se averió el avión y no me dejan Bajar" El mensaje lo envió un hombre al celular de su esposa. La máquina había abortado la partida por problemas técnicos. En el texto decía que el piloto avisó que estaba mal la turbina y que no quería despegar. Pidió irse. Es uno de los 153 muertos.
Por: Juan Carlos Argañaraz "¡Papá!, ¡Papá!, ¿Dónde estas? ¡Papá!, ¡Papá! ¿Cuándo se termina la película?" En medio de una asfixiante humareda y el calor lacerante del incendio del avión que se estrelló ayer en el madrileño aeropuerto de Barajas, el bombero Francisco Martínez escuchó, casi con incredulidad, este llamado desgarrador de una criatura entre los restos calcinados. "Me preguntó si todo lo que pasaba era de verdad y dónde estaba su padre", relató con la voz quebrada por la emoción.
El por que?
Hoy viernes 22 de agosto, leí una noticia en el diario de mi ciudad, en donde hacían referencia a las declaraciones de un niño que (no se sabe bien gracias a quien) sobrevivió al accidente que sufrió un avión español recientemente. En esta nota el chiquito, aún en el avión, al ser rescatado por un bombero, le preguntaba a este de manera insistente (seguramente en estado de shock). ¿Papá… papá, ya terminó la película?
Con esta frase, que a mi me conmovió profundamente, titulaban la noticia en todos los diarios de ese día… sin duda el hecho tenía una aguda connotación trágica. En verdad lo era… sobre todo para ese niño, que necesitaba creer, que en verdad, se trataba de un film y no de un hecho real lo que le estaba aconteciendo a él, en ese preciso instante… Para él esta confusión seguramente sea buena y dios disponga que de esa manera, él pueda sobrepasar ese momento tan infame.
Pero al grano, cuento todo esto por que lo leí justo en momentos en dónde Cecilia Propato me había pedido que escriba sobre el proceso de dirección “ROMANCITO”, obra de su autoría, Magnífica por cierto, pero extremadamente dura al decir de quienes la vieron.
Por todas estas razones no puedo menos que hacer un paralelismo y establecer una conclusión.
Y se parece en algo a esta noticia a la que estuve haciendo referencia. El hecho es que cada vez que se presentaba la obra de Cecilia tenía algo en común, y era la tremenda dureza que impactaba en los ojos de todos los que la presenciaban, Todos coincidían en lo tremendamente asfixiante y dura que resultaba la atmósfera que les mostraba la obra. Dura, por lo tremendo de los vínculos que unía a estos dos personajes.
Asfixiante por este no tener más que seguir viviendo, por no quedar otro remedio que continuar con la cotidianeidad de una tarea mil veces repetida, la de seguir despertándose y darse cuenta de que nada ha cambiado, de que la muerte por ausencia aún sigue ahí.
Digo ausencia por que hay falta.
Digo muerte, por que hay vacío, por que no hubo despedida, por que no hubo paradero. Entonces solo lo puedo entender de esa manera “Muerte por ausencia” y es quizás la peor de todas, ya que se trata de una muerte que se reusa a irse del presente de nuestras vidas obligándonos a un luto perpetuo, a un dolor que solo se calma en nuestro cuerpo cuando nos invade nuestra propia muerte.
Pero volviendo a lo que nos atañe, que es nuestra comparación entre la noticia con la cual comencé esta nota y nuestra obra (digo nuestra, solo por el hecho de que creo que esa altura creo que la obra nos pertenece a todos, además de lógicamente, quien la escribió). Por el debate que siempre se daba acerca de que si era necesario presentar una obra tan dura, que causaba tanta angustia en quienes la veían, a lo cual yo siempre respondí que era parte de nuestra historia que era los que nos había ocurrido, cosa que a veces no alcanzaba para la gente que aun continuaba preguntado si realmente era necesario tanto dolor ahí en el escenario, yo nunca supe que responder mas que lo que antes dije. Pero, y aquí viene mi comparación, hoy al leer esta nota me di cuenta de algo: de que lo que tal vez se pedía era verlo por TV, era “que fuera una película” como le sucedió a este chiquito, que ante tanto horror, rogaba que fuera solo un film de acción como tantos otros y nada más, así pedimos nosotros con lo que vemos en el escenario cuando se presentan obras como “ROMNCITO” que pueda ser una película, como si esta pudiera presentar los hechos más duros de manera más suave, más tragables más lejanos, más impropios, generales, universales… Ah! Esto les pasa a los demás, si se filma puede ser solo una peli...
Entonces gracias al dolor de ese niño y a su descarnada pregunta, caí en la cuenta del por que esta obra hoy más que nunca debe ser presentada en un Teatro.
Porque el teatro no nos explica… nos implica. Porque el teatro no nos muestra… nos hace vivirlo, porque el teatro no se mira, se presencia y nos hace tomar partido, nos transforma en seres de una misma sociedad, nos hace tener una conciencia común, una historia común, un dolor común… Por que nos presenta la realidad, en este caso nuestra realidad histórica, en su más cercano rostro, sin maquillajes, con todos sus defectos a la vista, en el cuerpo de los actores que pueden verse ahí, que pueden hasta incluso olerse y tocarse luego de la función, en un espacio que se puede transitar, que no está fotografiado, que esta presente, que comparte el mismo espacio que el de los espectadores. En un ojo que no es el objetivo de una cámara si no que es el subjetivo de un espectador, con todo lo que esto implica… y en todo lo que esto lo implica.
Y claro que si, es dura… Mucho más dura que si la viéramos por TV o cine. Por que la carne de los actores en acto, vida y emoción, están ahí a un palmo de distancia y comparten nuestra propia vida.
Si claro que es terrible, si claro que es angustiante…¿ O acaso lo que nos pasó y nos pasa no es terrible y angustiante?. El teatro no nos muestra el daño nos lo hace sensible, palpable, indiscutiblemente verdadero. Y a pesar de ser una ficción a diferencia del cine nosotros no estamos en un espacio distinto del que transcurre ahí enfrente, si no que estamos dentro de la película, somos parte de ella, no hay intermediarios entre el autor y el espectador.
Termino este relato, (algo asfixiante) diciendo que en este mundo de la inmediatez (palabra que rima con idiotez o estupidez) en donde la exclusividad parece que la tiene siempre el hecho de evitar todo dolor bajo todo punto de vista, celebro que haya teatro, que nos presente ese dolor en toda su dimensión humana, por que es nuestro, por que nos define, así como el humor y las lágrimas.
Y agradezco a los actores por que se “sometieron” tan amablemente a las exigentes demandas de este pobre director. Y por supuesto a la autora “Cecilia Propato” por creer en nosotros para llevar esta historia hasta donde lo hicimos.
Carlos Romagnoli (Director)